Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 238
Capítulo 238
Estaba tomando yogur cuando escuché sus últimas palabras, y me atraganté con fuerza. Después de recuperarme, terminé de comer y toqué su mejilla diciendo:
“¿No podrías ser un poco más ambiciosa?”
“Ocho cifras, tú puedes con eso, yo no.” Dijo ella.
Leticia estaba aturdida por el dinero: “La verdad, por dinero… ceder un poco no está tan mal. Después de todo, esa Andrea es la mujer de su padre, seguro que entre ellos no ha pasado nada.”
“Mejor olvídate de esa idea.” Mientras me preparaba para salir con ella, solté: “Esa Victoria todavía está pensando en casar a Isaac con Andrea.”
“¿Qué? ¿Cómo?” Leticia se puso sus tacones, con una expresión de tener sus valores completamente destrozados: “¿Ella ha estado en coma todos estos años, para terminar volviéndose loca? Además, el otro día estaba peleando feo con Andrea, ¿y ahora madre e hija están en el mismo barco otra vez?”
Solté un: “Quién sabe.”
Tomé mi bolso y abrí la puerta de casa.
Leticia, con su imaginación desbordante, sugirió: “¿No estarán metidas en algo muy novedoso?”
“¿Qué cosa?” Indagué.
Ella, sin perder la capacidad de sorprender, analizó: “S madre e hija comparten al mismo hombre, ¿qué más podría hacer que se reconcilien tan rápido aparte de eso? ¿Un trío?”
Mis pupilas se dilataron, incrédula, miré a Letícia: “Eso es imposible.”
“A la señora Montes realmente le gustan las cosas poco convencionales.” Comentó Leticia.
Justo cuando salíamos, la puerta al otro extremò del pasillo se abrió desde adentro, y Camilo nos miró con una sonrisa ambigua.
Cerré los ojos un momento. No entendía por qué, cada vez que decía o hacía algo que no debería, él se enteraba.
Le miré resignada: “¿Te gusta espiar?”
Contestó: “Estoy en mi casa.”
Camilo parecía recién despertado, con el cabello algo desordenado, esa aura de despreocupación se intensificaba: “Estoy escuchando abiertamente.”
No podía competir con él en labia, así que mejor no discutía: “Está bien, tenemos cosas que hacer, nos
vamos.”
Él me detuvo: “¿Adónde vas?”
“A hacer un encargo.” Contesté.
“Espera.” Volvió a su casa y salió con una caja de vestido, entregándomela con una actitud perezosa: “Usa esto esta noche.”
“Okay.” Ser su acompañante y que él proporcionara el vestido no me pareció mal, así que no me opuse y
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lo acepté.
Miró la hora: “A las cinco de la tarde, nos encontramos aquí.”
Ya eran más de las dos, y a las cinco es hora pico, apenas llegaré al lugar y tendré que volver. Asistir al uná cena requería de cierta etiqueta, prepararse y maquillarse llevaba tiempo.
Camilo levantó levemente la comisura de los ojos: “¿No puedes?”
“Puedo.” Pensando en esa grabación que tenía, no me quedó más remedio que aceptar.
Dejaría lo de la oficina para otro día, Leticia me dio una palmada en el hombro y se fue. Cuando volví a casa con la caja del vestido resignada, vi su mensaje en WhatsApp: “Ya estoy yendo a lo de la oficina. Si terminas temprano esta noche, llámame, vengo a celebrar tu cumpleaños.”
“Está bien.” Después de responder su mensaje, recibí una llamada de David.
Me preguntó si tenía tiempo para cenar juntos esa noche. Lo rechacé, la cena terminaría tarde y no llegaría a tiempo para cenar.
Más tarde, le devolví a Isaac el dinero que me había dado, y luego entré al baño para prepararme, justo cuando terminaba de vestirme, alguien tocó la puerta.
Al abrir, vi a Camilo aún vestido casualmente: “Vamos”
Su mirada cayó sobre mí, una chispa de admiración brilló en sus ojos, y con una sonrisa dijo: “Bonita clavícula.”
“…Gracias.” Contesté.
Un cumplido tan específico, era muy de su estilo. Pero curiosamente, ese tipo de comentarios, que fácilmente podrían sonar vulgares, de su boca parecían tan inocuos como un simple “te ves bien”.
No provocaba rechazo, sino que hacía pensar que era un cumplido genuino. Original from NôvelDrama.Org.
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